viernes, 12 de agosto de 2011

Los sindicatos han conducido, en gran parte, a uhn para demoledor.

JUEVES 11 DE AGOSTO DE 2011


LUIS MARÍA ANSON

11/08/2011
POR FIN, un dirigente español se ha enfrentado con los sindicatos sin tapujos ni veladuras. José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, ha declarado que «las centrales sindicales españolas, con un sindicalismo a veces decimonónico, nos han conducido, en gran parte, a un paro demoledor».
Los sindicatos son piezas imprescindibles de la democracia pluralista. En nuestra nación, las dos grandes centrales sindicales -CCOO y UGT- facilitaron de forma constructiva y responsable la Transición, defendieron con eficacia los derechos de los trabajadores más desfavorecidos y contribuyeron decisivamente al restablecimiento de la libertad, extirpada en España tras la atrocidad de la guerra incivil. Nicolás Redondo actuó siempre de manera admirable y Marcelino Camacho, sobre todo, fue, con su sentido del Estado y su gran inteligencia, uno de los hombres clave de la Transición.
Desgraciadamente, los sindicatos derivaron después hacia el burocratismo, el negociete y la trapisondería. Más del 90% de lo que administran y gastan las centrales sindicales es dinero público puro y duro que deriva de subvenciones directas o indirectas de las tres administraciones, la central, la autonómica y la municipal. CCOO y UGT arramplan con todo lo que pueden. Hasta de los eres más comprometidos y de los convenios colectivos sacan dinero. Los edificios sindicales se multiplican por toda España y también los empleados, asesores y colaboradores sindicales. En viajes incesantes, trabajadores liberados, cursos de formación, manifestaciones inútiles, propaganda desmesurada y otras muchas camelancias se despilfarra el dinero público, los impuestos con los que se sangra al contribuyente español.
Para justificar todo este delirio de derroche y manos largas, los sindicatos se inventan cada día nuevas exigencias laborales que han arruinado a infinidad de empresas y, sobre todo, que han encarecido nuestros productos perdiendo competitividad. La política de UGT y CCOO ha conseguido que trabajen más bien poco los trabajadores que trabajan; los otros están en el paro. Felipe González resumió la situación de forma certera: «En una gran parte hay que relacionar los salarios con la productividad si queremos competir en los mercados nacionales e internacionales».
La huelga ciertamente es un derecho fundamental del trabajador. Cuando se instrumenta sin motivo para que los dirigentes sindicales se justifiquen, se convierte en grave disturbio para la economía. Margaret Thatcher aceptaba naturalmente la huelga justificada. Pero dijo con dos tacones: «La huelga, tantas veces injustificada o salvaje, es el azote del pueblo».
Un diez, en fin, para José Luis Feito. Unos sindicatos de tentación decimonónica, convertidos en burocracia y negocietes, han contribuido en proporción considerable al paro que padecemos. Hay que decirlo así, con claridad. Para Feito, UGT, por ejemplo, se ha convertido en «un instrumento de reparto de prebendas». No sé por qué los «indignados» no se indignan ante los abusos sindicales. Hay que exigir, en fin, la regeneración de los sindicatos, que pasa por esta premisa sustancial, la cual debería convertirse en ley en el Congreso de los Diputados: las centrales sindicales no podrán gastar un euro más que la cantidad que ingresen a través de las cuotas voluntarias de sus afiliados, voluntariedad que se exigirá también en las empresas públicas. El divorcio entre los trabajadores y los sindicatos se ahonda cada día. A las manifestaciones sindicales solo acuden el pesebre y los liberados, convertidos en agentes de la conflictividad, en distribuidores de arena sobre la maquinaria empresarial… Un abuso más, tal vez el de mayor relieve, de esa actividad sindical que, según José Luis Feito, ha contribuido de forma considerable al paro demoledor.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española

ERASMO

11/08/2011


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