Mi propio riesgo, por opinar
Publicado el 23/03/2011 por Marcos A. Paz Gutiérrez
En Japón, paradigma del progreso y de una sociedad ordenada, no se está a salvo de algunos desastres. Quiero pensar (y creo que no me equivoco mucho) que es un país forjado a base de desgracias naturales o provocadas, motivo por el que han dado una lección al mundo sobre orden cívico frente a lo ocurrido en las últimas semanas. Incluso para la rebelión de pequeños grupos, que han preferido no seguir las órdenes dictadas para su protección, se han organizado de modo ejemplar.
Sin embargo, no han sido capaces de abstraerse de la noticia que ha intentado tener al mundo en vilo durante unos días. Cuando los muertos ya se contaban por miles, como los desaparecidos, los medios de comunicación han estado más pendientes de atisbar si las tareas de enfriamiento de los reactores de la central nuclear de Fukushima fracasaban, nos han transmitido prácticamente el recorrido de cada neutrón díscolo. Y los gobernantes occidentales, en esta ocasión (una más) haciendo gala de una falta de espíritu vergonzante, se han puesto a los pies de los que consideran que la producción de electricidad con energía nuclear es poco menos que una maldición bíblica.
Ya en alguna ocasión he defendido que, en el estado actual de la técnica (y eso engloba todos los mecanismos y sistemas que se extienden desde la producción hasta el consumo), la fisión nuclear es la mejor de las opciones para un suministro seguro a un precio competitivo. En España, su combinación con políticas energéticas basadas en la disminución del consumo, la mejora de las condiciones de edificación, la implantación de sistemas de autoproducción y la instalación de parques fotovoltaicos y eólicos, nos permitiría disminuir la dependencia de productos derivados del petróleo. Pero no es viable su eliminación del mix de generación de energía, ni a corto ni a medio plazo.
Toda la polémica sobre los peligros de la energía nuclear ha sido exagerada. La radioactividad es un fenómeno natural, con el que convivimos a diario, no algo inventado por el ser humano. Hay zonas de España donde se sufren niveles de radiación natural superiores a los existentes en el entorno de las centrales nucleares, sin que suponga una situación de riesgo. Por este motivo, seguir alarmando a la población por peligros no superiores a los ya generados por el terremoto o el tsunami posterior no es más que mantener una situación de miedo gratuita.
Ahora que las miradas se dirigen hacia Libia, parece que los riesgos son menos. Ni antes eran mayores, ni ahora lo son menos.
El miedo, preámbulo del odio, es el mejor modo de controlar una masa de personas. Sólo hay que encontrar el enemigo adecuado. Este año nos ha faltado una gripe pandémica. Ni la aviar, ni la “A”, ni la porcina… La naturaleza ha regalado una excusa perfecta.
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