May 2011 09:21 PM PDT
EL 22-M produjo tres noticias políticas fundamentales: la primera brecha abierta en el bipartidismo PP-PSOE, el desastre del PSOE y el regreso de ETA-Batasuna a las instituciones bajo la marca blanca Bildu. De estas tres noticias la última es nefasta, la primera estupenda y la segunda, neutra. Dejemos para otro día lo de Bildu, que al fin y al cabo es otra consecuencia del bipartidismo –del reparto de la justicia entre PSOE y PP-, y veamos qué es eso de la brecha en el sistema. Consiste en que suma de los votos de PP y PSOE ha descendido, grosso modo, un 5% de media y un 10% en Madrid. Aunque esa bajada global sea consecuencia del desplome socialista, el hecho relevante es que se ha roto la tradición de vasos comunicantes que daba a uno de los dos grandes partidos la mayoría de los votos que perdía el otro. El PP no se lleva ni mucho menos el porcentaje perdido por el PSOE, por mucha comprensible euforia que reine en sus filas. Y el partido satélite de duopolio, IU, apenas ha subido medio punto sus resultados. Y entonces, ¿a dónde han ido los votos perdidos por el bipartidismo? Una pequeña parte al voto en blanco y abstención, que han aumentado, y otra a pequeños partidos regionalistas como el FAC de Alvarez Cascos (e incluso Bildu en el País Vasco y Navarra). El único partido nacional que se ha llevado una buena parte de esos votos es UPyD. De modo podemos afirmar sin triunfalismo alguno que la campaña por el #votoutil y contra el bipartidismo ha sido un gran éxito; no tanto, que también, por los 162 nuevos cargos públicos conseguidos, sino porque se ha alcanzado el objetivo político principal: demostrar que votar UPyD es útil, y que el bipartidismo es un gigante con pies de barro al que se puede hacer temblar.
Todavía estamos hablando de una brecha, no del resquebrajamiento del duopolio partidista ni de su colapso inminente. Podría suceder que el 22-M fuera sólo un sobresalto y que el bipartidismo volviera a restaurarse. Pero contra esta nefasta posibilidad se alzan tres grandes obstáculos: primero, el lamentable estado político del PSOE, que invita a pensar que, con o sin Rubalcaba, tardará mucho tiempo en volver a levantar cabeza como par del PP (e incluso podría no lograrlo); segundo, la aparición y crecimiento de un movimiento de protesta social contra ese mismo bipartidismo asfixiante del que el 15-M y sus derivaciones asamblearias es una expresión destacada, pero no todo el fenómeno ni mucho menos; tercero, que en UPyD no pensamos quedarnos sentados disfrutando de nuestro pequeño triunfo del 22-M, sino que seguiremos trabajando para ser una alternativa al bipartidismo a pesar de las trabas de la Ley Electoral o las de algunos medios de comunicación.
La reacción del PSOE a su mal resultado electoral es toda una demostración de agotamiento profundo. La política ha sido completamente arrollada en ese partido por las argucias e intrigas destinadas al salvamento de los muebles y al sacrificio selectivo de los menos aptos para los tiempos que se avecinan. No otra cosa es la solución tramposa de impedir la celebración de verdaderas primarias imponiendo por dedazo a Rubalcaba como único aspirante a la Presidencia del Gobierno mientras, de carambola, se evita un Congreso Extraordinario que habría expulsado a ZP de la Secretaría General. Zapatero, definitivamente consagrado como el político más inepto y dañino de esta etapa histórica, consigue mantener una apariencia de control y estabilidad –exigida por los omnipotentes mercados de la deuda- a cambio de sacrificar a esa legión de incompetentes prohijada por el zapaterismo encarnada por Carme Chacón (o a escala municipal por otro ilustre mindundi, Odón Elorza).
Digan lo que digan, la misión de Rubalcaba y de la vieja guardia felipista que representa no es derrotar a Rajoy el 2012, sino frenar la disgregación de un partido que, al igual que el PP, depende en gran medida del poder autonómico y local como consecuencia del vaciamiento progresivo del Estado. Y que, una vez perdido ese poder, se enfrenta a una especie de tremendo ERE poselectoral del que serán víctimas miles de cargos públicos y muchas decenas de miles más de empleados y liberados de toda especie en la administración, empresas públicas y entes más o menos públicos de variadísima condición (se calcula que quizás existan 21.000, aunque nadie lo sabe con certeza). Un buen ejemplo de la desesperación sobrevenida para tratar de mantener algunos restos del naufragio lo proporciona la desesperada –e inútil- intentona por convencer a UPyD para que pacte con PSOE e IU en algunos municipios de Madrid, en particular el emblemático Getafe. La tentación de abandonar el barco que se hunde y buscar refugio en los chiringuitos autonómicos y locales que puedan subsistir va a ser muy poderosa y pasará una costosa factura al PSOE en términos de cohesión, influencia social y potencia electoral. La posibilidad de que los socialistas de la España Plural se adentren en la senda de la extinción paulatina en la que andan perdidas las izquierdas francesa e italiana –y en España ya lo está su variedad catalana- es algo más que una fantasmagoría.
Por eso es impensable que, a medio plazo, el PSOE pueda reconstituirse como para restañar la brecha en la estructura del bipartidismo. Si en las elecciones generales el PSOE baja del peldaño del 30% de los votos válidos, comenzará a ser víctima de una Ley Electoral (LOREG) pensada para penalizar a los partidos de ámbito nacional medianos y pequeños (consiguió destruir a PCE y CDS), dificultando enormemente su entrada en las instituciones. Una postrer justicia poética, si se quiere, pero una oportunidad de oro para acabar, ahora sí, con el bipartidismo: ocurrirá si, en las Elecciones Generales, UPyD consigue el suficiente apoyo ciudadano para llenar el hueco socialista y obligar a un PP insensatamente eufórico a enfrentar de una vez la reforma de la Ley Electoral, y a continuación las reformas constitucionales cada día más urgentes, es decir, la separación efectiva de poderes para tener una justicia independiente digna de ese adjetivo, y cerrar para un largo plazo este modelo territorial caótico, sustituyendo el insostenible Estado de las Autonomías por otro de tipo federal igualitario, es decir, donde todas las CCAA tengan las mismas competencias y financiación, y el Estado común un núcleo de competencias exclusivas que garanticen la igualdad y libertad personal: educación, sanidad, fiscalidad, gestión del territorio, política exterior, etc.
Aunque el escepticismo sobre la viabilidad de semejante cambio político ha retrocedido, todavía hay muchos que consideran imposible hacer ceder al PP y PSOE en cosas como el sistema electoral o la estructura del Estado. Es imprescindible sacudirse esa pasiva resignación. No será fácil, sin duda, pero a la vista de lo que sobre todo los socialistas se han mostrado dispuestos a hacer por retener o conseguir la alcaldía de Getafe (¡incluso a apartar ahora a los imputados de sus listas!), ¿qué no harían si lo que estuviera en juego fuera acceder al Gobierno de la nación? Todas las puertas antes candadas han comenzado a entreabrirse. Bastará con empujar y no ceder para que se abran por completo.
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